viernes, 30 de enero de 2015

Camino '87 23ª Jornada: Lavacolla - Santiago ( 9 kms.)




Lo de llegar al final siempre tiene algo de reconfortante y satisfactorio por el objetivo alcanzado, y otro tanto de triste por la aventura que termina. Pero tranquilos, no nos pondremos líricos más de lo imprescindible.

Vilamaior
Saliendo de Lavacolla ya estamos en un entorno muy diferente de lo visto hasta ahora. Tenemos que ascender una colina que podría muy bien ser Artxanda, casi por completo humanizada, con infraestructuras cada vez más numerosas. El bosque desaparece y todo son carreteras y asfalto.

Pasamos VILAMAIOR y emprendemos una subida que se hace bastante poco grata, por las instalaciones de TVG y TVE, y un recinto deportivo. Y llegamos así al archifamoso MONTE DO GOZO, Monxoi en galego.

Hoy en día debe ser una especie de ciudad, con todo tipo de servicios y una capacidad de alojamiento descomunal. En el 93 ya se construyó un enorme albergue y un monumento bastante horroroso, pero en 1.987 era seguramente poco más que una elevación medio desnuda con vistas a la ciudad. Es evidente que tampoco existían los diversos monumentos que ahora decoran (?) esta atalaya.

Pero claro, la gracia es que desde aquí se tiene la primera panorámica de Santiago, lo que llevamos veintitantos días esperando. Así lo ve el narrador: ‘Desde él se divisan las torres de la catedral. Cuando lo coronas y las ves a lo lejos altas, fuertes, esperandote, sientes en tu espíritu una sensación de grandeza, de orgullo, de fe… No se puede expresar en palabras… Los sinsabores, las penas, el cansancio, el clima, la dureza de recorrer 600 y pico kilómetros quedan en el olvido’.

Aunque yo apuntaría que distinguir las torres exige un cierto grado de agudeza visual, es verdad que la sensación resulta potente: por fin están ahí, existen, vamos a llegar hasta la catedral sólo dentro de un rato. Los sentimientos son un poco a gusto del consumidor, e imaginamos que entre los veinte expedicionarios habría todo tipo de reacciones.

Entrando en Santiago
El caso es que desde aquí se empieza ya a descender hacia la ciudad. Es la última bajada del Camino. Cruzamos puentes y carreteras por el barrio de San Lázaro y ya nuestra cabeza está asimilando que estamos en el final.

Cuidado, porque aquí asoma la ansiedad y el síndrome del Camino que ya comentamos antes. En su momento nos advirtieron que no todo estaba hecho, que el itinerario urbano se hacía muy largo, y así es. Damos vueltas por distintas calles, cambiamos de dirección, casi ya ni vemos las flechas amarillas, parece que estemos en Nueva York en vez de en Santiago. Esto no es el Camino, es un coñazo.

Pero de pronto nos metemos por una especie de callejón, un pasadizo con un pequeño arco y, de repente, flash! estamos en la mismísima plaza del Obradoiro, con la fantástica catedral a nuestra izquierda. Hemos llegado.

A partir de aquí las sensaciones se multiplican y a cada uno le estallan las suyas, propias e intransferibles. Si el Camino es una experiencia fundamentalmente personal, la llegada a la catedral lo es en grado máximo. Quizá la palabra emoción sea la única capaz de sintetizar todos los sentimientos, pero el contenido de esa emoción es muy diferente para cada uno de los sufridos caminantes que llegan a la meta. Si se me permite el recuerdo particular, yo tengo la imagen de una compañera sentada en el suelo de la catedral con su mochila al lado, y lo único que sentía eran ganas de llorar.

Nuestros amigos se lo montan de esta forma: ‘A las 7 en punto de un 23 de julio, todos los que salimos de Santurce, entre la admiración de unos y las dudas de otros, formábamos un círculo en la Plaza del Obradoiro, frente al Pórtico de la Gloria del maestro Mateo, para comentar y mentalizarnos que habíamos llegado, que estábamos allí en carne y hueso, y que nuestra ilusión de jóvenes se había cumplido’.


La verdad es que, por algunas fotos que hemos visto, casi todos llegaron con más hueso que carne. Pero, terapias de grupo aparte, sigo diciendo que cada uno llevaría dentro de sí su propia historia, sus emociones, los pensamientos y sensaciones rumiados a lo largo de tantos kilómetros.

Y la clave está, quizá, en algo que dice otro peregrino en la página Entre Montañas: En ese instante descubrí que el objetivo del Camino de Santiago no es llegar, el camino en sí es la recompensa’.

Pues bueno, vamos terminando. Con o sin Camino, Santiago es una fantástica ciudad, que enamora e impregna al visitante de sensaciones. Tras pasarse tres días visitandola con un anfitrión que la conocía a fondo, el retorno de nuestros chicos a Santurtzi parece que fue igual de emotivo que la salida, o tal vez más. Las familias, amigos, alguna autoridad local que nunca falta, viendo a sus chavales regresar, delgaditos y heroicos, después de tres semanas de tan loca aventura.

No nos extrañe el sobresalto y la emoción. Sí, ya sabemos que hoy en día hacemos el Camino y nadie nos viene a recibir, pero hacer la ruta jacobea ya no tiene el mismo carácter que hace 25 años, es algo relativamente normal y no una cosa descabellada como entonces.

Y por eso me ha gustado contar esta aventura y no cualquier otra, de las miles y miles, parecidas pero cada una diferente, que se pueden contar sobre el Camino.

lunes, 19 de enero de 2015

Parajes secretos

Miguel Angulo es un conocido montañero, experto en los Pirineos y en la montaña vasca, asuntos sobre los cuales ha publicado un montón de trabajos. Vamos, que en asuntos de montes nos pilla muy pero que muy lejos. Pero hemos encontrado por casa una estupenda publicación de este veterano baionatarra, y vamos a comentarlo un poco. Y así de paso prestigiamos un poco el blog, y por unos minutos nos desprendemos de nuestro penoso marchamo de domingueros.

‘Parajes secretos del País Vasco’ es un precioso tomo publicado por Elkar en 1.987, que recoge en sus 288 páginas incursiones por 93 lugares más o menos recónditos de nuestra geografía montañera. Para cada uno de los destinos Angulo propone dos o tres posibles actividades, a veces más, desde lo que él llama ‘paseo fácil’ hasta ascensiones, rutas, escaladas o incluso exploraciones del subsuelo.

Claro está que los criterios de este señor son bastante diferentes de los nuestros, así que hay que imaginar que lo que llama ‘fácil’ quizá a nosotros nos podría costar un infarto.

El caso es que se nos proponen un montón de lugares sumamente espectaculares, sobre los que se desarrolla un trabajo exhaustivo de descripción, con mapas elaborados por el mismo autor (también publica cosas de cartografía) y todo tipo de datos. Y naturalmente, magníficas fotos que acompañan textos sobrios, pero que tampoco escatiman detalles.

Aunque nuestra capacidad no nos dé para hacer más que algunos de los recorridos más sencillitos, merece realmente la pena porque siempre se trata de localizaciones de un interés especial, más allá de la mera caminata o ascensión. Hemos hecho tres o cuatro de los (no muy numerosos) que se ubican en Bizkaia y, no obstante las diferencias en el concepto de dificultad que comentábamos, los parajes son fantásticas y la información, oportuna y enriquecedora.

Vamos, que el libro en cuestión siempre nos aporta algún punto de vista o variante que aporta cosas fuera de lo habitual, y de las podemos aprender, al tiempo que disfrutamos de las rutas y paisajes.

Tachasenderos

Hemos comentado en ocasiones –y lo haremos de nuevo un poco más adelante- que existe una normativa sobre senderos, en la que se fijan las condiciones para su homologación por las Federaciones de Montaña: características y mantenimiento, señalización, distancias, etc. Todo este tinglado determina la existencias de esas marcas, normalmente blanco-amarillas o rojiblancas, que nos encontramos por los caminos.

Lo cierto es que prácticamente toda la información que encontramos sobre los senderos de nuestro territorio reside en páginas web de ayuntamientos u organismos comarcales (Urdaibai, Enkarterri, P.N. Urkiola, Gorbeialde y así). Unos con más gusto y detalle que otros, exponen los datos de aquellos recorridos que atañen a su ámbito territorial.

Y resulta que hay por aquí cierta gente –entre la que nos contamos- que, lo mismo que algunos se ajustan al apelativo de ‘tachamontes’ (y no miro a nadie), se podría calificar como ‘tachasenderos’. O sea, que nos gusta meternos por caminillos a veces extraños en pueblos o montes para ir descubriendo lugares que nunca habíamos visitado, bosques y manantiales que no estaban en las rutas más usuales, caseríos, estradas, collados, pastos, rincones ignorados. Conocemos lugares nuevos, hacemos un poco de ejercicio, y además, sin pagar.

Así que, para facilitar las cosas, diremos que la Federación Vizcaína nos remite a la página Senderismo Bizkaia, donde hay un buen número de senderos referenciados, bastantes de los cuales con información adicional, mapas en pdf (mejorables) y tracks en formatos .kmz y .gpx. Sobre otros tantos, los deberes parecen estar sin hacer, y no tenemos ningún dato. Esto referido a los PR, porque sobre los GR que recorren Bizkaia sí que suministra información más completa.

También hemos encontrado este trabajo de la Universidad de Deusto que contiene un listado (página 61, para que nos os canséis de buscar), bastante exhaustivo, de los senderos del territorio, con o sin homologación. Es una simple lista, prácticamente sin ninguna información útil, pero nos puede servir como catálogo.

Porque lo cierto es que, para nuestra sorpresa, no existe un listado digamos oficial de senderos PR, completo, actualizado y con información de cada uno. No sería mala cosa que alguien de la Federación explicase el por qué de esta carencia. Pero la verdad es que lo echamos de menos, porque nos ahorraría el trabajo de ir investigando por fuentes tan dispersas.

Misterios sin resolver (III)

En esta nueva entrega de misterios encontrados en esos caminos de Dios, traemos dos cosas muy diferentes, tanto físicamente como en la fase de resolución de los respectivos enigmas.

Por una parte, tenemos que anunciar que el misterio incluido en nuestra segunda entrega pura y simplemente ha desaparecido. Esa cosa extraña (vuelvo a poner la foto, a modo de recuerdo) que podríamos llamar estructura, entramado, cuadrícula o cosa parecida, de hormigón, situada en una curva de la carretera de Artxanda, cerca del molino, ya no existe. Parece que ha sucumbido bajo el cincel hidráulico y la piqueta, quedando reducido a un montón de escombros que, salvo que hayan sido retirados en las últimas semanas, allí permanecen como único vestigio de la intrigante instalación.

Ahora se ha convertido en un punto relevante donde el bilbaino GR 228 abandona el asfalto para escurrirse monte abajo. Y para el que pase por el lugar, queda la sensación de que allí hubo algo, pero nunca se sabrá el qué.

Bueno, nos queda que, aunque el objeto ya no exista, alguien pueda aún hoy contarnos algo sobre el tema. Pero tampoco tenemos muchas esperanzas.

Y vamos con otra cosa. Hace unos meses vimos este extrañísimo arbolito con esa especie de globos amarillos y pinchudos, que no sé si son flores o frutos. Digo globos porque realmente lo son: se coge uno, se pincha y está hueco, como una pequeña pelota de caucho.

Como es evidente, no es un ejemplar silvestre, sino plantado en un jardín, quizá con fines decorativos, no sé.

Y también confieso que esta vez el misterio ya fue desvelado. Al amigo Manu parece que no se le resiste ningún secreto de la naturaleza, y en poco tiempo dio con la especie, tarea en la que servidor fracasó pese a haberle dedicado bastante tiempo a golpe de internet. 

Pero no, no voy a decir el nombre todavía. Os lo dejo como pasatiempo, a ver si alguien atina.



domingo, 4 de enero de 2015

Otoio

Los parajes montañeros adquieren un atractivo especial cuando se sitúan a corta distancia del litoral. Esa proximidad les dota de una personalidad especial, su vegetación se puebla de especies endémicas de la costa, y el aire salino se percibe con claridad desde las laderas. A cambio, nos ofrecen altitudes muy modestas que a menudo nos saben a poco.

Los escasos 400 metros de Otoio siempre aparecen vinculados al municipio de Lekeitio, cuya extensión domina y de donde parten la mayoría de las rutas, aunque en realidad pertenece por entero a Ispaster. Aunque el recorrido más habitual incluye un tramo costero, en esta ocasión proponemos un itinerario totalmente interior en el que conocemos pequeñas zonas boscosas variadas y de enorme atractivo.


               DISTANCIA: 2,7 km.
            DESNIVEL: 250 m.  (150-399)  CENTENARIO
DIFICULTAD: Muy Baja 3 (2-0-1)  Rampas del 30%
ITINERARIO: circular  Inicio y final: Bº de Zatika (Artika) (Ispaster)
           VIAS: Senderos de tierra
         ACCESOS: En coche desde Bilbao, autopista A8 dirección Donostia-San Sebastián hasta salida Amorebieta. BI-635 dirección Gernika y BI-2238 dirección Lekeitio. Zatika se encuentra a la izquierda de la carretera antes de bajar hacia Lekeitio. Bizkaibus A3513 tiene parada en Zatika, A3512 y A3523 llegan hasta Lekeitio
TRACK: Wikiloc
Más información:
Con variante por la costa:
Guía cartográfica de Bizkaia mapa 11




              Como Uds. verán, inauguramos el 2.015 con una imagen de la ruta en silueta, modelo Google Earth. ¿A que mola?
           

Lekeitio (y cable eléctrico) desde Artika
Desde mucho antes de llegar a Lekeitio, el promontorio de Otoio resulta muy visible y evidente, con su enorme antena que parece coronarlo. Cuando empezamos a bajar hacia el casco urbano, un desvío por la izquierda nos lleva al pequeño barrio de Zatika (Artika), que está en la misma ladera del monte. Este será nuestro punto de partida, un apacible núcleo rural con algunas vistas sobre la localidad costera, y una cruz de señales que nos servirá de guía.

Seguimos la indicación del PR BI-145 hacia Izpaster, en dirección al monte, y tomamos un camino que surge por la izquierda pegado al lateral de una casa. El sendero no está muy pisado, y en la primera bifurcación tiramos para la derecha por donde más sube (ley universal). Después
Por el pinar
el firme se vuelve pedregoso y asciende con pendiente bastante fuerte junto a un tendido eléctrico. Hay algunos tramos de desnivel duro, que alternan con otros más suaves, como cambiamos sucesivamente entre el encinar y algunos pinares.

Último tramo
En unos minutos accedemos a una pista, que sin duda da servicio a la gigantesca antena que ya tenemos a la vista. Por esta pista giramos a la derecha, pero en unos pocos pasos descubrimos por la derecha un senderito que asciende. Por este punto (DESVIO) dejamos el camino principal y ascendemos el último tramo que, en unos minutos de divertido tránsito entre encinas y rocas, nos sitúa sin más en la cima (OTOIO, 399 metros).

Aunque recientemente se han talado los árboles más cercanos al mojón, puede decirse que no tenemos ninguna vista; sólo se atisban algunos montes hacia el oeste, entre ellos Bustarrigan o Bizkargi, como indica una mesa de orientación, por lo demás totalmente inútil. Al menos, el denso arbolado oculta casi por completo la descomunal antena, situada a muy pocos metros de nosotros.

Vértice y buzón en la cima
Aunque es sabido que no solemos llevar el control de tiempos, diría que la ascensión son apenas 15 o 20 minutos ¿Y esto era todo? Pues bueno, nos falta bajar, claro, y lo haremos por una ruta circular que desplegará todo su atractivo.

Senderito por el bosque
Así que tomamos un senderito que sale en bajada por el lado contrario al de llegada (o sea, hacia el Este). Tal y como será todo el camino, empezamos por el encinar, vistoso como siempre, ya con algo de musgo en las rocas, porque hemos pasado a la vertiente norte, y menos abigarrado que otros conocidos. Pero de inmediato pasamos a los pinos, en terreno menos abrupto, pero también más agradable que lo habitual en este tipo de bosques. Aquí descubrimos, entre los árboles, por primera y única vez el mar, al fondo de un fuerte desnivel, más de 200 metros abajo.

Muy pronto empezamos a encontramos tramos de pendientes potentes, que salvamos con la ayuda de las rocas que salpican el sendero. No obstante, nos vendrá bien disponer de bastón, y en todo caso puede no ser muy recomendable hacer este descenso en época de lluvias abundantes, que pueden convertir el sendero en un tobogán resbaladizo.  

Encinar
Más abajo el desnivel se suaviza mucho, y pasamos una mancha de caducifolios por la que el camino se convierte en un apacible paseo. En la primera BIFURCACION-1 que aparece después tiramos para la derecha, y de nuevo nos vamos al encinar, espectacular con la maraña de lianas de zarzaparrilla cayendo de las ramas, y en la siguiente BIFURCACION-2, repetimos la operación. Esta parte es realmente preciosa, recuerda un poco a algunas zonas del Buciero, aunque más luminosa y tranquila, con el sendero estrecho pero claramente marcado, una delicia.

Pasamos un tramo algo más rocoso y salimos a campo abierto. Aunque los árboles bajos apenas dejan ver mucho más, se divisa parte de Lekeitio y un buen tramo
Escalones
de costa hacia el este, con multitud de pequeñas elevaciones que jalonan el litoral de Gipuzkoa.

Seguimos una estrecha sendita por zona herbosa, y pasamos otro CRUCE, donde volvemos a girar a la derecha. Unos metros entre eucaliptos, y otra vez al encinar, unos minutos de pinos y encinar de nuevo, con zonas abruptas, para aparecer en un lugar curioso de verdad: nuestro camino confluye con otro que corre más de un par de metros por debajo, con lo que hay que descender unos escalones de piedra, que cuesta creer tanto que sean naturales como que no. Es realmente un lugar digno de verse. Y aquí, claro, volvemos a dirigirnos hacia la derecha.

El bosque, sin perder su carácter abrupto y relativamente cerrado, muy vistoso, nos muestra por la izquierda un lindero junto a algunos verdes pastizales. Y unos pocos metros más adelante, casi sin darnos cuenta, paf! nos volvemos a encontrar en nuestro barrio de Zatika, de donde habíamos partido.

El recorrido por este precioso lugar -que a veces parece un pequeño parque temático- es tan cortito que nos sabrá a muy poco. Pero como hemos hecho el plan tan cerca de una población como Lekeitio, tenemos tiempo de hacerle una visita que merece mucho la pena: la isla de San Nicolás, la basílica de la Asunción, el faro de Santa Catalina, las playas, el puerto y el casco antiguo (ojo a los bares), o el paseo junto al Lea nos darán material para ver y disfrutar durante el día entero.

Y si aun así no tenemos bastante, muy cerquita tenemos también la ascensión al Lumentza, que se hace en un pis-pas. Pero de eso ya hablaremos en otra ocasión.