domingo, 14 de junio de 2015

Peña Ranero

En el límite occidental de Bizkaia, el río Karrantza surca un profundo desfiladero en su camino hacia Cantabria. Al norte de la garganta se eleva un conjunto kárstico que alberga en sus entrañas joyas geológicas como la cueva de Pozalagua o la Torca del Carlista, una de las simas más grandes del mundo, cuya boca asoma tímidamente en las proximidades de la cima de Peña Ranero o Picón del Carlista, máxima elevación del macizo.

Desde el mismo acceso a Pozalagua iniciamos una ruta de longitud muy limitada y desnivel modesto, pero que progresa por la atormentada silueta de estas laderas cubiertas por las calizas, una extensión que pronto se presenta desértica y caótica, sembrada de hendiduras, lapiaces y tabiques tallados por el agua. Un paisaje sobrecogedor cuya belleza compensa la relativa dificultad del itinerario.

                DISTANCIA: 2 km.   
            DESNIVEL: 230 m.  (490-721)  CENTENARIO
DIFICULTAD: Baja  5 (2-0-3) Dificultad de tránsito / Zonas de peligro / Rampas del 30%
ITINERARIO (ida y vuelta) Inicio y final: Parking cueva de Pozalagua (Karrantza)
            VIAS: Sendero, karst
          ACCESOS: De Bilbao a Karranza autopista dirección Santander hasta salida Ampuero-Limpias. Se sigue N-629 en dirección Ramales y poco antes de llegar se toma a la izquierda la CA-150 en dirección Karranza. Se sigue la carretera hasta encontrar el desvío a la izquierda hacia Pozalagua. Se sube, pasando por Ranero, hasta el parking junto a la entrada a la cueva. También autopista dirección Balmaseda hasta Sodupe. En Gueñes, BI-3602 hasta Traslaviña y después BI-630 hasta Ambasaguas (Karranza), hasta el desvío citado. Bizkaibus A-0652 Balmaseda-Lanestosa (parada Karranza Ambasaguas) FEVE Bilbao-Santander parada Karranza (en estos dos casos, unos 3 kms. hasta Pozalagua)
TRACK: Wikiloc
Más información:
Guía cartográfica de Bizkaia mapa 20



           
En fechas recientes la cueva de Pozalagua ha cobrado un importante protagonismo turístico. Y, aunque tengo que confesar que siempre me han encantado las cuevas, ésta es realmente una maravilla. Se descubrió accidentalmente en 1.957 y posee una impresionante muestra de estalactitas excéntricas (o sea, que no caen en vertical), que es una rareza a la que aún no se ha encontrado explicación definitiva. Pero bueno, como sobre el particular hay muchísima información, lo dejamos aquí con unos enlaces a la web del Ayuntamiento de Karrantza, ésta de la Asociación de Cuevas Turísticas, y este estupendo blog, donde también se comentan otras muchas cosas que ver en el valle de Karrantza.

Peñas de Ranero desde el parking
En el mismo aparcamiento (bien grande, por cierto) que se encuentra junto a la entrada de la cueva se inicia nuestro camino: por la izquierda del edificio encontramos un poste de señales que indica hacia Ranero siguiendo el GR 123 (Vuelta a Bizkaia), en ‘sólo’ 1,1 km. Hoy veremos cómo en efecto las distancias por sí solas a veces dicen más bien poco. De inmediato, un senderito empieza a trepar entre rocas y algo de hierba. Aquí no hay término medio: podríamos decir que con el primer paso fuera del asfalto, casi hay que empezar a utilizar las manos.

Por esta serpenteante sendita vamos ganando metros con decisión, reconfortados por la muy oportuna y reiterada presencia de las marcas rojiblancas, que nos van señalando el camino sin género de dudas. El trazado podría seguirse con alguna lógica, rodeando el vallado de la cantera siempre hacia el norte, pero la profusión de marcas nos lo facilita de forma decisiva.

VARIANTE: Hay una ruta alternativa, abandonando el sendero por la izquierda para trazar una diagonal hasta el punto que indicamos después, cerca del cresterío. Según nos cuentan, este itinerario resulta bastante complicado, con fuerte pendiente, sin camino y por terreno tortuoso donde es fácil perder el rumbo. Así que es posible que, de no conocer bien la zona, no resulte muy recomendable intentarlo.

Auditorio junto a la cueva
Pasamos una puerta, y vamos ya alcanzando la parte superior de la cantera, gracias a la cual parece que fueron descubiertas las cuevas; ahí se ha construido un anfiteatro-auditorio cuya actividad no parece que sea muy intensa, dado el lugar en que se encuentra. Tras las bancadas de asientos se levantan unos misteriosos y altísimos muros que parecen de mármol (no lo son), muy vistosos pero con un aspecto algo inquietante. Abajo va quedando el aparcamiento, y se abren grandes perspectivas sobre el valle de Karranza, con los montes de Ordunte al fondo. La ascensión es relativamente exigente, pero también resulta entretenida, porque además por la izquierda tenemos a la vista nuestro objetivo desde el primer momento.

Nos vamos aproximando a una especie de alineamiento, y uno de los sucesivos espinos que nos vamos encontrando, más robusto y mejor dotado que los demás, nos oculta por completo el camino. Para continuar, prácticamente no hay otra que atravesarlo, con lo que nos quizá nos deje un recuerdito. Pero es una buena señal, porque justo después pasamos un vallado abierto, y es ya la señal de que nos aproximamos, por una especie de pasillo herboso, al portillo de Valseca.
 
Vista al mar desde el Portillo de Valseca

En efecto, nos espera otra cruz de señales y de inmediato llegamos a este portillo, un fantástico mirador que nos pone enfrente de la mismísima marisma de Santoña y la ría de Treto, con el Candiano separandolas del valle de Limpias y Ampuero. El Buciero se recorta al fondo, y las casas de Laredo y Colindres asoman por la derecha. Todo ello enmarcado por los blancos roquedos calcáreos a ambos lados. Según las flechas, el GR continúa de frente, mientras se indica hacia Ranero a 500 metros por la izquierda.

Hemos recorrido más o menos la mitad de la distancia, y lo hemos hecho siempre por sendero bien marcado. Ahora eso se acabó y hay que tirar de intuición y bastante paciencia. Lo primero será tomar el rumbo bueno. Para ello retrocedemos unos metros desde Valseca, hasta la antepenúltima marca rojiblanca, y por la derecha (según bajamos) encontramos sobre una roca un aspa rojiblanca (dirección incorrecta del GR), una marca blanca y amarilla de un PR (no sabemos cuál) y unas letras medio borradas.

Paso por el lapiaz
A partir de aquí hay que seguir en dirección SW faldeando bajo el cordal, mientras nos vamos internando cada vez más en el lapiaz. De tanto en tanto aparece algún rastro de sendero que conviene aprovechar, y lo demás es progresar con cuidado buscando los pasos más limpios.

No obstante, las cosas se irán complicando progresivamente. El objetivo es continuar en esta dirección, procurando ganar altura para, en el momento que veamos más favorable, girar a la derecha para situarnos entre las dos elevaciones que tenemos al lado, la más próxima de las cuales es la nuestra. El karst es cada vez más escarpado: grandes rocas, a veces con formas caprichosas o con perfiles cortantes, profundas acanaladuras, pequeñas manchas de hierba que muchas veces esconden agujeros, piedras sueltas… Por aquí se nos une el trazado que indicábamos en la variante, que alcanza nuestra cota más o menos bajo la cima más lejana.

El paisaje es desolado, brutal, pero también cada vez más bonito, destacando la poderosa silueta del pico San Vicente hacia el Oeste.

Vista al Oeste
VARIANTE: Por la izquierda se puede continuar por el roquedo hacia la tremenda garganta del río Karranza, hasta el llamado Salto del Pollo y el mirador de Mirón, justo encima de los espeluznantes cortados. Serán unos 500 metros, pero enteritos por el lapiaz, así que requerirán esfuerzo y mucho ojo.

En algún punto próximo a donde nos encontramos –aunque no sabría decir dónde- se encuentra la boca de acceso a la Torca del Carlista, la mayor sala de Europa y una de las mayores del mundo. Sobre ella nos informa este enlace, entre otros muchos que se encuentran en la red, y el video que viene aquí abajo. Resulta chocante pensar que bajo el suelo que pisamos se encuentren cosas así de monstruosas, o la muy cercana cueva de Pozalagua, de la que hemos hablado antes. 


Como digo, hay que ir buscando el lugar más adecuado para girar a la derecha, ganar el cordal y progresar desde allí hacia la cima. De forma que lo que refleja el track es sólo una opción y no necesariamente la mejor. Sobre la marcha debemos ir viendo por dónde seguiremos de forma más segura,
Últimos metros
accesible o adecuada a nuestra capacidad. En todo caso, para quienes no estén acostumbrados a semejante tipo de terreno, hay que reiterar que ante todo hay que andarse con mucho cuidado, la ruta es corta y por tanto no debemos ir con prisa. En las zonas más abruptas hay que asegurar cada paso, porque un tropezón o un despiste puede dar con nuestro tobillo en una hendidura o la mano apoyando donde nunca debió hacerlo.

En principio, lo más lógico parece seguir la arista, que por cierto marca la divisoria entre Cantabria y Euskadi; pero en mi opinión es más recomendable bajar un poco a la espalda de la cumbre (NW), hacia una pequeña y redondeada dolina verdosa, para ir luego remontando metros, siempre extremando las precauciones extremas, sobre todo donde la hierba está alta y tapa posibles oquedades.

Atravesamos una pequeña pedriza (al norte, donde el hielo revienta las placas), y por fin alcanzamos la cumbre (PEÑA RANERO o Picón del Carlista, 721 metros), coronada por un pirulo que parece ser el testigo de una Korrika, ligeramente inclinado. Como indicábamos antes, las vistas son extraordinarias divisándose, entre otros relieves importantes, la Peña del Mazo, al otro lado del desfiladero citado, el soberbio Pico San Vicente y Valnera cerrando el horizonte hacia el Oeste. Los montes de Ordunte se perfilan en su totalidad hacia el sur, mientras por el norte contemplamos el mar y Armañón destaca hacia el Este. Toda una maravilla que se completa con la hipnótica devastación que nos rodea, mientras el parking del que hemos partido parece encontrarse justo debajo de nuestros pies, a 250 metros en vertical.

Cima de Ranero

Karrantza y montes de Ordunte





Pico San Vicente y Ramales





Para el camino de vuelta podemos naturalmente regresar por donde hemos subido, pero en el track hemos introducido algún pequeño cambio. La cosa consiste en continuar un trecho por el cordal para descender la ladera oriental por una pequeña chimenea que obliga a un destrepe que no es difícil pero sí exige andarse con tiento. Servidor lo hizo, así que puede el lector suponerse que resulta bastante asequible.

De esta forma, recuperamos el confuso senderito entre rocas para volver a las cercanías del Portillo de Valseca y, a partir de ahí, seguir sin problema las marcas. También hemos dejado otra posible variante, ya en la parte baja, aproximándonos al vallado de la cantera, pero la verdad es que tampoco aporta nada a la ruta, así que podemos obviarla.

La excursión está calificada como ‘difícil’ en el libro 'Parajes secretos del País Vasco' que comentamos hace poco, lo cual, teniendo en cuenta el nivel de sus itinerarios, quizá resulta algo exagerado. Como se ve, es un recorrido muy corto, pero ciertamente también muy accidentado, que requiere bastante paciencia y sobre todo andarse con mucho pero que mucho cuidado, porque atravesar terrenos tan tortuosos nos puede costar un incidente desagradable.

Si lo hacemos así, conocer este tipo de lugares es una experiencia que sin duda recompensa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario