martes, 24 de junio de 2014

Ozollo

La Reserva de la Biosfera de Urdaibai comprende básicamente las cuencas hidrográficas que desaguan en el Cantábrico a través de la ría de Gernika o Mundaka, que en sus últimos kilómetros forma un espectacular estuario, joya paisajística y ecológica de Bizkaia.

Desde el mismo centro geográfico de la comarca, en el pequeño municipio de Gautegiz-Arteaga, podemos observar de cerca el canal mareal que recibe las aguas del río Oka, formando humedales y zonas sedimentarias que alimentan la biodiversidad.

Nuestro paseo se inicia junto al notable castillo de Arteaga y discurre junto al Observatorio de aves, la marisma y los restos del viejo molino de Ozollo. Volveremos al punto de partida conociendo algunos pequeños barrios y caseríos dispersos en este entorno netamente rural.
  
DISTANCIA: 5 kms.
            DESNIVEL: 40 M. (0-40) 
            DIFICULTAD: Ninguna (0-1-0)
ITINERARIO: circular  Inicio y final: Castillo de Arteaga
            VIAS: Carretera, pistas de tierra
ACCESOS: Desde Bilbao en coche, autopista A8 dirección Donostia-San Sebastián salida Amorebieta-Gernika. Después, BI-635 dirección Gernika, y aquí, BI-2238 dirección Lekeitio, hasta Gautegiz-Arteaga. Bizkaibus A-3513 Bilbao-Gernika-Lekeitio parada Zelaieta
Más información:
Guía cartográfica de Bizkaia mapa 10



Prácticamente en el centro de Gautegiz-Arteaga tenemos por la derecha, según llegamos, la iglesia de Andra Mari y una estatua del Sagrado Corazón, y enfrente una calle nos conduce a las proximidades del castillo , poco antes de llegar al cual suele haber sitio para aparcar.

Castillo de Arteaga
Como por Euskadi no estamos acostumbrados a los castillos, es inevitable que nos llamen poderosamente la atención. En el caso de Arteaga ocurre un poco como en el de Butrón: se trata de construcciones (o reconstrucciones) bastante recientes, del siglo XIX, por lo tanto de valor histórico y artístico limitado; pero oiga, que son los únicos que tenemos por aquí, y además no sólo poseen una planta imponente, sino que el privilegiado entorno en que se levantan favorece su vistosidad.

Este de Urdaibai lo mandó levantar la emperatriz Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III y por lo visto con raíces familiares en la zona, sobre las ruinas de una antigua fortificación. Actualmente es un hotel y restaurante cuyos precios mucho me temo que se alejan bastante de nuestras posibilidades, a tenor de los cochazos que se suelen ver aparcados en los jardines que lo rodean.

Justo a la puerta del castillo, hay un par de carteles que indican hacia Ozollo (derecha), así que no hay dudas. Estaremos también atentos a otras pequeñas indicaciones de color negro que nos guían hacia Urdaibai Bird Center, que enseguida veremos lo que es. A nuestra espalda domina el horizonte el airoso Ereñozar, y pasamos junto a algún viñedo.  

Camino hacia el humedal
Por la izquierda del camino de cemento sale un desvío de piedrilla con las indicaciones del UBC (DESVIO UBC), y lo tomamos para investigar un poco (incursión nº 1). Aquí se encuentra uno con algunas cosas poco usuales, como una zona de ‘terrenos en custodia’, una figura bastante innovadora para ayudar a los propietarios a conservar correctamente extensiones de especial interés; o algunos letreros que piden ‘silencio’, como si estuviésemos en un hospital. Pronto tendremos la explicación.

El camino es agradable, con algunas vistas sobre la marisma, y de repente llegamos a un edificio de madera con una pasarela del mismo material. Se trata de un observatorio de aves, con un par de bancos en el interior y unos
Vista de la marisma
ventanucos que dan al humedal. Obviamente estamos en el Bird Center, justo encima de la marisma, lo que explica lo del cuidado de los terrenos adyacentes, y la necesidad de no perturbar a las aves con ruidos. Por cierto, ojo con el manejo de las ventanas, que precisamente son propicias a dar un tremendo golpetón. Enfrente vemos el edificio principal del Observatorio que, tratandose de pájaros, seguro que Gorka conoce. Y ya que estamos, dejo aquí un enlace a su blog, donde cuenta miles de cosas. Luego ya le diremos que nos invite a una cañita.

Caseríos en Ozollo
Visto el humedal, nos volvemos hasta el cruce de la pista de cemento y continuamos por ella, ahora hacia la izquierda. Vamos observando huertas y frutales aquí y allá (muchos kiwis), mientras a la espalda tenemos una vista completa de Arteaga, siempre con Ereñozar de centinela. Pasamos por lo que es propiamente el barrio de Ozollo, con un par de imponentes caseríos, uno de los cuales creo que es un agroturismo. El paisaje se abre y poco después, tras una larga recta, el firme pasa a ser de piedrilla.

Algún caserío más, y ya el entorno indica que estamos próximos a la marisma. Algunos brazos de agua se internan en la llanura, semejando a acequias, y pronto encontramos el primer puentecillo, con barandilla de hierro, que salva estos cauces. Una propiedad particular
Puente
nos cierra el paso, pero encontramos por la derecha un senderito que la rodea junto a la alambrada. Atravesamos otro puentecito y poco después encontramos un desvío hacia la izquierda. Podemos hacer otra incursión (nº 2), ida y vuelta entre tamarindos, hasta las proximidades de la casa que se encuentra junto al viejo molino de mareas, Ozollo Errota, con los escasos restos de la antigua edificación reposando en el cauce. En esta otra página también nos cuentan cosas de él.



Ozollo errota

De nuevo en el camino, otro puente sirve de mirador sobre la marisma, con las txalupas ofreciendose para la clásica foto del barquito varado, y el camino gira hacia el interior. Otra opción de arrimarnos al lecho fluvial la tenemos por la izquierda (incursión nº 3), atravesando otro minúsculo puente por el que se accede a un prado. Una pequeña trocha se dirige hacia la zona húmeda, donde en marea baja se aprecia el cauce claramente marcado del río Oka. Parece ser que aguas abajo hay algunas extensiones de polder (terrenos ganados en este caso a la ría), aunque no distinguimos cuáles.

Ermita de San Lorenzo
Otra vez en la pista, nos dirigimos en suave subida hacia lo que es claramente la ERMITA de San Lorenzo, cerca de otro caserío. Es un edificio sencillo pero muy bien conservado (rehabilitado), de piedra, con un pequeño y muy curioso vano preromámico, y una minúscula vidriera.

El camino nos lleva, siempre en subida, hacia otros dos caseríos, ya muy próximos a la carretera. Por la parte trasera del primero de ellos nace una especie de bidegorri, que tomamos hacia la izquierda. El camino pasa a ser de piedrilla, dejamos por la izquierda un pequeño grupo de casas y seguimos recto, atravesando un puente de madera, para continuar por firme de cemento hasta un cruce. Bajo un inmenso roble hay unos buzones, y otras casas a la izquierda, con un parquecillo con columpios y una fuente. Estamos en el barrio de ISLA BEKOA.

Arteaga, con Ereñozar detrás
Giramos a la derecha y en pocos metros, junto al viejo caserío Islas, encontramos la carretera. Aquí mismo se encuentra una parada de Bizkaibus, con lo que podría regresarse al pueblo en transporte público. Pero la carretera, aunque algo peligrosa y sin arcén, ofrece buenas panorámicas sobre los barrios de Portua y Agirreta. Tenemos siempre a la vista nuestro destino de Arteaga, y vamos observando gran parte del trayecto ya realizado, además de sucesivos caseríos, viejos, modernos, pero todos de gran porte, frutales, más viñedos, venerables inscripciones en piedra… vamos, todo un repertorio de arquitectura popular y paisaje bucólico vasco.

Casi sin sentir, estamos de vuelta en Arteaga, entorno tranquilo y acogedor siempre a la sombra del Ereñozar, donde hemos comenzado la caminata. Aunque también podemos curiosear un poco por el núcleo de esta pequeña población, tampoco olvidemos que a poquita distancia tenemos algunos de los parajes más extraordinarios de la costa de Bizkaia: Kanala, las playas de Laida y Laga, Gametxo… Lugares paradisíacos a sólo un ratito de la puerta de casa.

sábado, 14 de junio de 2014

Camino '87 18ª Jornada: Cebreiro - Samos (28,4 kms.)




Liñares
Abandonamos el Cebreiro para continuar por caminos de la montaña gallega. En 3 kms. pasamos LIÑARES (km. 456), perdiendo unos pocos metros que recuperamos en parte para subir el alto de San Roque y de ahí volver a bajar hasta HOSPITAL DA CONDESA..

Llegando a Hospital da Condesa

Para la expedición, esta aldea pasa desapercibida, pero aquí servidor estuvo en cierta ocasión a puntito de tirar la toalla: molidos primero por el ‘Camino duro’ y después por el Cebreiro, y tras haber decidido seguir un poco más adelante, nos encontramos el albergue ocupado por un grupo (numeroso) de scouts que andaban de excursión. No sólo habían ocupado todas las literas y hubo que dormir en el suelo, sino que debimos soportar además la megacena y posterior fiestuqui que montaron los mozos. Por esa época yo también tomaba algunas notas sobre el Camino; las de aquel día se perdieron… afortunadamente, porque su contenido implicaba pena de cárcel. En fin, permitaseme el desahogo unos lustros después.

Parada en el Alto do Poio
Unos 3 kms. de muy agradable recorrido por la ladera nos llevan primero a PADORNELO y después al ALTO DO POIO (km. 462). No sabemos cómo estaba el lugar en 1.987, pero unos años después, el bareto del Alto que vemos aquí al lado era punto de parada obligatoria, y el mogollón que reponía fuerzas allí, muy considerable. Por cierto que el Poio se encuentra aproximadamente a la misma altitud que el Cebreiro, eso sí, después de varias subidas y bajadas moderadas.

Continuamos ahora por trayectoria menos revirada pasando FONFRÍA (km. 464), y BIDUEDO (km. 466) donde parece que se encuentra la iglesia más pequeña de todo el Camino. Aquí empezamos a bajar de forma contundente, tras haber finalizado el recorrido al norte de la sierra de Caldeirón. Pronto perdemos los 1.000 metros, y a partir de FILLOVAL (km. 470) nos introducimos en un estrecho valle por el que seguimos bajando.
Filloval

Si la gente se dispersa subiendo, donde lógicamente cada uno lleva un ritmo diferente, también ocurre en descensos muy pronunciados, donde hay quien parece que coge la moto. De esta forma se nos perdió una unidad del equipo en cierta ocasión, al hilo de lo cual traemos otra historieta de los expedicionarios de Santurtzi.

Parece ser que fue camino de Samos, como antes había sucedido llegando a León, varios de los peregrinos se perdieron, tenemos entendido que todas chicas (sí, por qué no decirlo, no se pongan Uds. así). La cosa en sí no tiene nada de particular, pero debió de ser un perderse de órdago porque cuentan que, tras mucho caminar sin rumbo, preguntaron a una lugareña por alguna localidad que tenían identificada; y la respuesta, con el previsible acento de la tierra, es que estaba muy muuuuuuuuuuy lejos.


Lo anecdótico del caso es que parece que tuvieron cierta ayuda de un grupo de ‘paracas’ (o sea, de una unidad paracaidista del Ejército), esos mismos que se ven en la foto. Por lo visto, el sargento o lo que fuese se los llevaba por esos montes a hacer instrucción, y en esta ocasión la completaron con el trabajo del rescate de peregrinos. Desde luego, precursores de las labores humanitarias que hoy se estilan (entonces, no tanto), lo que son las cosas.  

Y, aprovechando el viaje, observese el detalle de la foto: no sabemos qué pueblo es, pero hay que ver que en muy pequeño espacio hay nada menos que ¡tres bares! Así da gusto peregrinar…

Pero, lo que es más extravagante, no se sabe si antes o después, los extraviados se toparon también con un grupo de nazis que decían ir en busca del Santo Grial. Han leído ustedes bien. ¿Recuerda el lector lo que contábamos al final de la etapa anterior? Pues eso mismo. Ciertas inclinaciones esotéricas de los nazis eran ya conocidas, pero no hasta el punto de que vagasen por las montañas en estos menesteres. O quizá lo que realmente buscaban era el pueblo de San Xil, que en algún mapa hemos visto escrito como San Gial, y todo lo demás lo generó el cansancio y el agobio de nuestros desorientados amigos. Vaya usted a saber.

Que en el Camino siempre se encuentra uno algún personaje fuera de lo corriente es cosa sabida, pero esto ya supera todo lo conocido.

Iglesia en Triacastela
El descenso nos conduce, atravesando PASANTES, a TRIACASTELA (km. 474), agradable población a la que se accede por una larga calle, cómo no, con unos cuantos bares. Aquí recuperamos en aquella ocasión a nuestra unidad perdida tras muy larga espera, que es lo que había que hacer, sí o sí, cuando no había móviles.

El mítico árbol



No podemos dejar de comentar que en Triacastela existió una cárcel de peregrinos, todavía en pie, donde aún se pueden ver inscripciones realizadas por los reclusos en diversos idiomas. No diremos en cuál de ellos son más numerosas, pero igual sí se lo contamos al de la pallozas africanas del capítulo anterior. Lo de la prisión viene a dejar claro que, ya siglos atrás, algunos hacían el Camino con objetivos algo distintos de los meramente espirituales.

Después de Triacastela el Camino se bifurca, creo que por única vez en todo su trazado clásico. Fue seguramente ésta la causa del extravío. Por el Norte, la ruta pasa a ser más solitaria durante 6 o 7 kms., y es más corta. Parece que es éste el trazado jacobeo más antiguo. Pero a su vez, la ausencia de localidades intermedias obligaba (a falta de albergues, que hoy seguramente sí existirán) a estirar la marcha hasta Sarria, lo que hace la etapa excesivamente larga si hemos partido del Cebreiro.

Monasterio de Samos
Así que nuestros amigos optaron muy juiciosamente por la variante Sur. Esta ruta sigue la trayectoria del río Oribio, sorteando las pequeñas pero numerosas elevaciones que se extienden por todas partes. Se pasa así SAN CRISTOVO DO REAL y RENCHE, ya por debajo de los 600 metros de altitud, para llegar finalmente a SAMOS (km. 482)

Lo más notable de este pequeño municipio es sin duda el monasterio benedictino situado a orillas del río Sarria, en cuyo refugio se aloja nuestra expedición. Edificio ecléctico asolado por un incendio en 1.951 y después restaurado, parece que los peregrinos lo conocieron con detenimiento, por que el libro de ruta cuenta que ‘merece la pena ver la biblioteca, el claustro, la iglesia y sacristía de San Benito’.

Relajante visita tras otra dura jornada.