Liñares |
Abandonamos el Cebreiro para continuar por caminos de la montaña gallega.
En 3 kms. pasamos LIÑARES (km. 456), perdiendo unos pocos metros que
recuperamos en parte para subir el alto de San Roque y de ahí volver a bajar
hasta HOSPITAL DA CONDESA..
Llegando a Hospital da Condesa |
Para la expedición, esta aldea pasa desapercibida, pero aquí servidor estuvo en cierta ocasión a puntito de tirar la toalla: molidos primero por el ‘Camino duro’ y después por el Cebreiro, y tras haber decidido seguir un poco más adelante, nos encontramos el albergue ocupado por un grupo (numeroso) de scouts que andaban de excursión. No sólo habían ocupado todas las literas y hubo que dormir en el suelo, sino que debimos soportar además la megacena y posterior fiestuqui que montaron los mozos. Por esa época yo también tomaba algunas notas sobre el Camino; las de aquel día se perdieron… afortunadamente, porque su contenido implicaba pena de cárcel. En fin, permitaseme el desahogo unos lustros después.
Parada en el Alto do Poio |
Unos 3 kms. de muy agradable recorrido por la ladera nos llevan primero a
PADORNELO y después al ALTO DO POIO (km. 462). No sabemos cómo estaba el
lugar en 1.987, pero unos años después, el bareto del Alto que vemos aquí al
lado era punto de parada obligatoria, y el mogollón que reponía fuerzas allí,
muy considerable. Por cierto que el Poio se encuentra aproximadamente a la
misma altitud que el Cebreiro, eso sí, después de varias subidas y bajadas
moderadas.
Continuamos ahora por trayectoria menos revirada pasando FONFRÍA (km.
464), y BIDUEDO (km. 466) donde parece que se encuentra la iglesia más pequeña de todo el Camino. Aquí empezamos a bajar de forma contundente,
tras haber finalizado el recorrido al norte de la sierra de Caldeirón. Pronto
perdemos los 1.000
metros , y a partir de FILLOVAL (km. 470) nos introducimos en un estrecho valle por el que seguimos bajando.
Filloval |
Si la gente se dispersa subiendo, donde lógicamente cada uno lleva un
ritmo diferente, también ocurre en descensos muy pronunciados, donde hay quien
parece que coge la moto. De esta forma se nos perdió una unidad del equipo en
cierta ocasión, al hilo de lo cual traemos otra historieta de los
expedicionarios de Santurtzi.
Parece ser que fue camino de Samos, como antes había sucedido llegando a León, varios de los peregrinos se perdieron, tenemos entendido que
todas chicas (sí, por qué no decirlo, no se pongan Uds. así). La cosa en sí no
tiene nada de particular, pero debió de ser un perderse de órdago porque
cuentan que, tras mucho caminar sin rumbo, preguntaron a una lugareña por
alguna localidad que tenían identificada; y la respuesta, con el previsible
acento de la tierra, es que estaba muy muuuuuuuuuuy lejos.
Lo anecdótico del caso es que parece que tuvieron cierta ayuda de un grupo
de ‘paracas’ (o sea, de una unidad paracaidista del Ejército), esos mismos que
se ven en la foto. Por lo visto, el sargento o lo que fuese se los llevaba por
esos montes a hacer instrucción, y en esta ocasión la completaron con el
trabajo del rescate de peregrinos. Desde luego, precursores de las labores humanitarias que hoy se estilan (entonces, no tanto), lo que
son las cosas.
Y, aprovechando el viaje, observese el detalle de la foto: no sabemos qué pueblo es, pero hay que ver que en muy pequeño espacio hay nada menos que ¡tres bares! Así da gusto peregrinar…
Pero, lo que es más extravagante, no se sabe si antes o después, los
extraviados se toparon también con un grupo de nazis que decían ir en busca del
Santo Grial. Han leído ustedes bien. ¿Recuerda el lector lo que contábamos al
final de la etapa anterior? Pues eso mismo. Ciertas inclinaciones
esotéricas de los nazis eran ya conocidas, pero no hasta el punto de que
vagasen por las montañas en estos menesteres. O quizá lo que realmente buscaban
era el pueblo de San Xil, que en algún mapa hemos visto escrito como San Gial,
y todo lo demás lo generó el cansancio y el agobio de nuestros desorientados
amigos. Vaya usted a saber.
Que en el Camino siempre se encuentra uno algún personaje fuera de lo
corriente es cosa sabida, pero esto ya supera todo lo conocido.
Iglesia en Triacastela |
El descenso nos conduce, atravesando PASANTES, a TRIACASTELA (km.
474), agradable población a la que se accede por una larga calle, cómo no, con
unos cuantos bares. Aquí recuperamos en aquella ocasión a nuestra unidad
perdida tras muy larga espera, que es lo que había que hacer, sí o sí, cuando
no había móviles.
El mítico árbol |
No podemos dejar de comentar que en Triacastela existió una cárcel de peregrinos, todavía en pie, donde aún se pueden ver inscripciones realizadas por los reclusos en diversos idiomas. No diremos en cuál de ellos son más numerosas, pero igual sí se lo contamos al de la pallozas africanas del capítulo anterior. Lo de la prisión viene a dejar claro que, ya siglos atrás, algunos hacían el Camino con objetivos algo distintos de los meramente espirituales.
Después de Triacastela el Camino se bifurca, creo que por única vez en
todo su trazado clásico. Fue seguramente ésta la causa del extravío. Por el
Norte, la ruta pasa a ser más solitaria durante 6 o 7 kms., y es más corta. Parece
que es éste el trazado jacobeo más antiguo. Pero a su vez, la ausencia de
localidades intermedias obligaba (a falta de albergues, que hoy seguramente sí existirán)
a estirar la marcha hasta Sarria, lo que hace la etapa excesivamente larga si
hemos partido del Cebreiro.
Monasterio de Samos |
Así que nuestros amigos optaron muy juiciosamente por la variante Sur.
Esta ruta sigue la trayectoria del río Oribio, sorteando las pequeñas pero numerosas elevaciones que se extienden por todas partes. Se pasa así SAN
CRISTOVO DO REAL y RENCHE, ya por debajo de los 600 metros de altitud, para llegar finalmente a SAMOS (km. 482)
Lo más notable de este pequeño municipio es sin duda el monasterio
benedictino situado a orillas del río Sarria, en cuyo refugio se aloja nuestra
expedición. Edificio ecléctico asolado por un incendio en 1.951 y después
restaurado, parece que los peregrinos lo conocieron con detenimiento, por que el
libro de ruta cuenta que ‘merece la pena
ver la biblioteca, el claustro, la iglesia y sacristía de San Benito’.
Relajante visita tras otra dura jornada.
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