jueves, 20 de julio de 2017

Ereñozar

Situado justo encima del núcleo principal de Gautegiz-Arteaga y muy próximo al río Oka (Urdaibai), Ereñozar es un monte muy fácilmente reconocible, que forma un cono casi perfecto cubierto por espesa vegetación, coronado por una ermita. Sus entrañas se encuentran horadadas por la cueva de Santimamiñe, cuya boca se encuentra justamente en la falda del monte, y encabeza una pequeña y confusa alineación que separa los valles de Oma y Ereño.

De los dos accesos posible a la cima, en esta ocasión optamos por el más sencillo, un breve y cómodo paseo desde Ereño que incluso se puede hacer en coche hasta muy cerca de la cima. Tras un tramo final entretenido, disfrutamos de fantásticas vistas junto a la ermita, donde antes parece que existió un castillo. Todo el entorno está cuajado de leyendas, curiosas historias y presencia humana desde el Paleolítico.
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                DISTANCIA: 3,9 km.
            DESNIVEL: 210 m. (240-447) CENTENARIO
DIFICULTAD: Muy Baja 4 (2-1-1) Rampas del 30% (tramo final)
            ITINERARIO (ida y vuelta)  Inicio y final: Ereño
            VIAS: Carretera, pista de cemento, empedrado, sendero de tierra
ACCESOS: Desde Bilbao, autopista Bilbao-Behobia dirección Donostia-San Sebastián salida Amorebieta-Gernika. Después, BI-635 dirección Gernika, y aquí, BI-2238 dirección Lekeitio. Pasando Gautegiz-Arteaga (se puede atajar por la BI-3223) seguir dirección Lekeitio hasta encontrar indicación a Ereño (derecha). Bizkaibus A-3514 y A-3515 hasta Gernika, y A-3532 Gernika-Ereño (Elexalde)
TRACK: Wikiloc
Más información:
Guía Cartográfica de Bizkaia mapas 10-11



Perfil (ida)


Iglesia y hórreo en Ereño
El núcleo de Ereño de donde partimos es un pequeño grupo de casas organizado en torno a una de esas iglesias descomunales que a veces vemos por ahí (San Miguel, claro). Junto a la iglesia hay un hórreo restaurado delante, y tenemos sitio para aparcar sin problema. Por todas partes se observa el color rojizo de la famosa caliza o mármol de Ereño.  Nada más llegar ya tenemos a la vista un cartelón marrón que indica la dirección que debemos tomar, saliendo por la derecha de la carretera, una vez pasada la iglesia.

Cima a la vista
Estamos en un camino asfaltado que desciende girando a la derecha, pasando en primer lugar junto a un aparatoso frontón, entre caseríos y vallados con ovejitas. Alguna vez ya lo he comentado: me encanta esta sensación de caminar entre caseríos en invierno, con el fresquito de primera hora de la mañana, mientras las viviendas parece que se desperezan y aparecen humos de leña. En realidad Ereño está situado en el final del cordal de Illuntzar, y hay que bordear/atravesar un pequeño vallecito para enlazar con la siguiente elevación, que es justamente Ereñozar.

La cima y la ermita son visibles al principio, hasta que bajamos más allá del frontón, y también está bastante claro el camino: describimos una curva amplia (en realidad, la primera mitad de una zeta muy clara) para luego empezar a ascender por la ladera, todo ello a la vista desde donde estamos. Hay algunas marcas azul y naranja, que confirman que estamos en el camino correcto.

El pueblo va quedando abajo
En efecto, el camino asfaltado empieza a ganar altura suavemente, con lo que casi se termina todo lo que hay que contar, porque será así hasta cerca del final. Así, nos entretenemos con las vistas. A la espalda va quedando el núcleo de Ereño, junto al afilado piquillo de Geranda, y algo más arriba distinguimos detrás de las casas una cantera (la antigua la vimos al llegar por la carretera). La pista –sosa y sin más aliciente- sube entre pinares y describe una curva pronunciada como se ve en el mapa. Tras un tramo recto empiezan a aparecer algunas rocas, dando la sensación de estar acercándonos a los altos. Otra curva nos sitúa en un pequeño rellano, con un panel informativo sobre la cima y las construcciones medievales que se erigieron allí.

Último tramo
Aquí termina la pista apta para coches y empieza la ascensión digamos montañera. Para empezar, hay un camino empedrado con una barandilla de madera, y pendiente moderada. La cosa tiene su gracia, porque la subida es sumamente sombría, y el empedrado, lejos de facilitar la marcha, la dificulta en grado sumo: la piedra es tan resbaladiza que sólo quedan dos opciones: o bien ir agarrados a la barandilla (lo que parece muy poco montañero), o intentarlo por una especie de senderito que discurre por los márgenes, y que tampoco es muy cómodo por la proximidad del ramaje. Así que lo mejor será ir optando por una u otra solución, según los tramos.

Llegando a la cima
Afortunadamente, el camino pasa a ser un sendero normal, cuajado de rocas, pero de tránsito más sencillo y digamos tradicional. Y sin más, de repente, accedemos a la cima (EREÑOZAR, 447 m.), con la ermita sobre una pequeña extensión que recuerda un poco al vecino Atxarre, aunque aquí circundada por un pequeño muro de piedra que debe ser vestigio –más o menos restaurado- de la vieja fortaleza medieval sobre la que nos ilustra otro panel. Por lo visto, en épocas antiguas eran aún más belicosos que ahora, y muchas de nuestras cimas albergaron diversos tipos de fortificaciones.

Gernika, y Gorbea al fondo
Lo excepcional del panorama compensa sin duda de sobra lo poco emocionante de la ascensión: Ereño y el mar (lo que debe ser Ibarrangelu y Natxitua), Illuntzar y Nabarniz, Bedartzandi, el valle de Oma medio tapado y al fondo Oiz; Gernika, con Anboto y Gorbea a lo lejos, el río Oka y los humedales de Urdaibai, con Arteaga en primer término, Sollube, el cordal de Atxarre… una barbaridad, uno de los espectáculos más impresionantes que pueden verse, no digamos si hemos pillado uno de esos días radiantes.

Ría de Gernika, con Arteaga en primer plano
La ermita es sencilla, con un pórtico abierto hacia Urdaibai y una campana de esas que a la gente le encanta tañer. En esta página se ofrece abundante información sobre el edificio. El lugar está repleto de leyendas y mitos, algunos vinculados a su patrón, San Miguel, en su lucha contra el diablo; otras, relacionadas con las supuestas sepulturas existentes en el subsuelo, o con el carácter mágico de las aguas que caen desde el tejado. Como en tantos otros lugares, se establece la obligación de visitar la ermita para espantar presencias malignas.

En la misma base del monte se encuentra la boca de la famosa cueva de Santimamiñe, con pinturas rupestres y muestras de asentamientos prehistóricos. Desde la propia cima se deja ver el sendero que desciende por esa otra vertiente y que va a dar directamente junto al acceso a la cueva. Es la otra opción para llegar aquí, bastante más exigente, y que contaremos otro día. Esta vez nos conformamos con regresar tranquilamente por el camino de subida aunque, dado lo breve de la excursión, nos quedará tiempo de sobra para conocer algunos de los muchos lugares interesantes del entorno.

Mientras tanto, otros echan un sueñecito con amatxu.

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