La localidad de Bakio estuvo históricamente más
vinculada a la tierra que al mar, por cercano que éste estuviera. Como ocurrió
en otros lugares, a lo largo del siglo XIX muchos emigraron a América huyendo
de las guerras y buscando hacer fortuna. A aquellos que fueron regresando a
finales de siglo o principios del XX, la mayoría en buena posición económica,
se les llamó ‘indianos’, y dedicaron abundantes recursos a levantar hermosas
casas generalmente en los pueblos donde tenían sus raíces. En Bakio todavía
pueden admirarse algunos espléndidos ejemplos de esas ‘casas de indianos’. Como
en las siguientes décadas el municipio se fue poniendo de moda como lugar de
veraneo de familias pudientes, se fueron sumando casonas y palacetes de
distintas épocas, que han terminado por configurar un interesante muestrario
arquitectónico.
El ayuntamiento de
Bakio ha diseñado varias rutas pedestres por el municipio, una de las cuales,
llamada ‘Ruta de los palacios y las villas’, recorre algunos de estos hitos
culturales. Por nuestra parte, proponemos un paseo que coincide en lo básico
con esa ruta, aunque la extendemos y modificamos algo para incorporar algunos
otros puntos de la localidad que nos parece interesante visitar.
DISTANCIA: 4,8 km.
DESNIVEL: 130 m. (0-130)
DIFICULTAD: Muy baja 2 (1-1-0)
ITINERARIO (circular) Inicio
y final: Ayuntamiento de Bakio
VIAS:
Urbanas, pista de tierra
ACCESOS: Desde Bilbao en coche, autovía dirección
Mungia-Bermeo. Se toma la dirección a Bermeo por la BI-631, y en el
cruce de Bidebieta, BI-2101 hasta Bakio. Bizkaibus A-3518 Bilbao-Bakio
Comenzamos la ruta junto al ayuntamiento, en plena carretera
general (Basigo Bide Nagusia), como podíamos empezar en cualquier otro punto. O
sea, un poco por identificar un punto fácil. Estamos junto a las escuelas de
Urkitza, y desde el primer momento tenemos a la vista la cima de Jata, que es
como el protector del pueblo. De hecho, vamos a ver cómo en buena parte las
casas más notables del pueblo se sitúan en la margen izquierda del río
Estepona, en el piedemonte, al abrigo de los vientos marinos. Junto al acceso a
la oficina de Turismo (por cierto, ubicada también en una casa de cierto
interés) encontramos las hojitas que marcan las diversas rutas para recorrer el
pueblo a pie; la nuestra es la roja, aunque no siempre vamos a seguirla.
Hacia la playa
Rosario Enea
Echamos a andar hacia la playa (norte) y en unos pasos
encontramos ya Iberetxe, caserón de piedra de 1.929, sobrio y bien conservado.
Tenemos enfrente al conocido hotel Joshe Mari, más moderno pero cuyo estilo no
desentona, y pasamos luego junto a Tokitxu, edificio más modesto, aunque con
una buena terraza hacia la solana. Siempre por la parte izquierda de la
carretera, sigue algún chalet de reciente edificación y a continuación Rosario
Enea, una de las casas más significativas, con una espléndida torre y amplio
jardín. Seguimos con Villa Justina, y al lado Gurutz Enea (Villa Cruz),
restaurada creo que no hace muchos años, con su característica torre adosada,
con sus almenas y todo. Tras Gamboa, con sus dos palmeras, llegamos a Irubide
(rotonda), con su agradable bar que tantos recuerdos me trae. Hay que decir que
hasta ahora habremos consumido apenas cinco minutos de marcha.
Aquí abandonamos por unos minutos la ruta ‘oficial’.
Bordeamos la rotonda, cruzamos la carretera y caminamos unos metros junto al río. El Estepona era hace años un río un tanto salvaje; fue limpiado y canalizado, se tendieron algunos puentes peatonales y hoy presenta un aspecto más ‘urbano’, aunque con lluvias muy fuertes a veces se encabrita y causa algunos problemas. Por el costado del edificio Itxasbide –un clásico de veraneo de los años 60 o 70- salimos a la playa, junto a una zona de juegos infantiles. Tomamos por la derecha el paseo marítimo –otro gran logro de no hace tantos años- y llegamos junto al palacete Itxasondo, plantado en
primerísima línea de playa, un lugar privilegiado como pocos. Sin embargo,
lleva décadas cerrado y no parece que tenga un futuro claro. Este era nuestro
objetivo, por lo que nos volvemos atrás por el paseo, y cruzamos el puentecillo
que lleva hacia el ‘puerto’ (nunca ha sabido por qué se le llama así).
Villa Clotilde
El edificio Biarritz -un bloque de caravista rojo- se
encuentra a la izquierda, y en un lateral tomaríamos unas escaleras para
recuperar la ruta municipal. Pero vamos a dar un pequeñísimo rodeo para ver
otra cosa. Enfilamos la calle pasando delante del Biarritz como si volviésemos
a Irubide pero, tras pasar delante de varios chalets modernos, giramos en la
primera calle a la derecha (Errenteriako bidea) y otra vez a la derecha
(Birjilandako bidea). De inmediato observamos a nuestra derecha la torreta
negra de Villa Clotilde, un llamativo caserón de color lila y tejado negro. Y
aquí hago un inciso para destacar que el blog casonasdeindianos2 que indicamos
arriba ofrece estupendos reportajes (con profusión de fotos y datos muy
interesantes) sobre cinco edificios de este tipo en Bakio (muchos más en otros lugares), de los que aquí hacemos
referencia a cuatro.
Casa Lafita
Seguimos adelante por la misma calle, confluimos con las
escaleras que suben desde Biarritz y vamos subiendo, ya un poco fuera del entorno urbano, para pasar junto a la casa Lafita (derecha), construcción
representativa de las vanguardias de los años 60. Justo enfrente arranca un
camino que nos conduce hacia el monte, pero primero vamos a ver algo más. Así que
continuamos en ascenso hacia la Torre del Sol, otro gran bloque de apartamentos
veraniegos, el más elevado del pueblo. Pasamos por delante y salimos a
Birjilanda, las campas situadas sobre el extremo más occidental de la bahía. Un
caminillo por la hierba conduce en unos metros hacia la punta, entre restos de
muros que pueden corresponder a una antigua batería de costa que cita Iturriza
en su ‘Historia general de Vizcaya’. Encontramos también un vértice geodésico y
un monolito dedicado a un surfista –la verdad es que no puede haber lugar mejor.
Las vistas son sencillamente increíbles: los acantilados que apuntan hacia
Armintza, Gaztelugatxe de frente, con Burgoa y Garbola, el pueblo, la playa y el
mar, generalmente con buenas olas que hacen aún más espectacular el paisaje.
Pero bueno, nada mejor que un video (aunque sea de ínfima calidad) para
hacernos una idea más exacta:
Hacia el monte
Después de tomar el sol, volvemos por el mismo camino y,
junto a la casa Lafita, giramos a la derecha y nos internamos en el monte (por la zona denominada Errenteriabaso), que
ya está bien de asfalto.
VARIANTE: Si resulta que no queremos monte (hemos venido con
la abuelita, tenemos el cuerpo fatal de la noche anterior, o vamos en
chancletas), no queda otra que volver a la carretera, continuar hasta la
rotonda de la fuente, poco más allá del Ayuntamiento, y tomar hacia la derecha la calle Errementeria para
enlazar con el camino que baja de Urkizaur, por donde vamos a descender dentro de
un rato.
Sendero bajo los eucaliptos
Ahora retomamos la ruta de la hojita roja y enfilamos un
sendero amplio y cómodo, en suave subida, aunque pronto empieza a cambiar:
aparecen encharcamientos y empieza a ganar pendiente por un camino de tierra
compactada con roca. Dejamos por la izquierda otro camino más sucio y seguimos
subiendo, ya con buen desnivel; cuando encontramos en un cruce una piedra con
una flecha pintada tiramos hacia la izquierda y seguimos por un eucaliptal por
donde se transita cómodo, tomando todos los desvíos a la izquierda (creo que
son dos). Salimos a otra intersección y giramos de nuevo a la izquierda. Y hago
otra pequeña pausa. Aunque a algunos nos guste pisar tierra, hay que reconocer
que resulta bastante incoherente esta incursión montañera en una ruta
absolutamente urbana y sin desnivel. El único motivo para incluirla sería
visitar el pequeño barrio de Urkitzaur, hacia donde vamos ahora, pero
sinceramente no sé si merece la pena. Para los que no les guste el monte, desde
luego que no… aunque sólo remontemos poco más de 100 metros.
Ermita de Santa Úrsula
El camino desemboca en una especie de estrada junto a prados, con vistas a Jata por la derecha. Así llegamos, como
decía antes, al barrio de Urkitzaur, un grupito de caseríos con vistas al casco
urbano, en el que destaca la pequeña ermita de Santa Úrsula. Salimos a una
carreterilla que desciende con decisión hasta un cruce junto a unos buzones
(aquí nos reunimos con quienes se hayan rajado del monte), pero volvemos a abandonar
la ruta para hacer la penúltima escapada por nuestra cuenta.
Últimas pesquisas
Torreta de Feliena desde lejos (con zoom)
Tomando hacia la derecha la calle que sube (en dirección al
agroturismo de Basarte) tenemos a nuestra izquierda Feliena, un gran caserón
abandonado, seguramente lo más fascinante de todo Bakio. La verdad es que desde
aquí no se ve prácticamente nada: el edificio está en un alto, rodeado por una
finca amplia cerrada por un muro y repleta de vegetación y árboles que crecen
sin control. Por lo que he leído, parece que habría alguna forma de acceder,
pero tampoco creo que valga la pena. Un poco más tarde lo veremos desde algo más lejos y, en todo caso, el blog de las casas de indianos nos la presenta con
magníficas fotos, incluso una de la época de esplendor de la casa, que nos ha
dejado patidifusos.
De nuevo en el cruce, tomamos hacia la derecha la calle
Errementeria y de inmediato tenemos otro edificio interesante: Quinta Torre, actualmente una residencia de ancianos pintada en rosa. Pasamos por delante y enfilamos una
escalinata de piedra que nos sube hasta el cementerio, que también merece un
vistazo, al igual que la iglesia de Andra Mari, un poco más adelante.
Torrea, hecha polvo
De nuevo volvemos al cruce de los buzones y ahora nos
dirigimos hacia la carretera, para ir terminando. Desde la rotonda de la fuente ya tenemos una perspectiva sobre la torreta y la parte superior de Feliena que,
sinceramente, da un poquito de yuyu. Ahora, en vez de tomar la carretera hacia
nuestro punto de partida, la abandonamos por la calle Ibarratorre, justo enfrente de donde venimos, cruzando un puentecito sobre el río (creo que también hay una ermita por la derecha). Unos metros más
adelante, por la izquierda, tenemos el desvencijado caserón de Torrea, donde
durante años se ubicó la hostería ‘Señorío de Bizkaia’. El edificio
Fuente moderna, caserío, Quinta Torre
y cima de Jata
está bastante destartalado, pero la finca es una auténtica gozada -o lo era cuando estaba el hotel. La mala gestión y posterior abandono, unidos a unas
inundaciones y varios años de reconversión en Gaztetxe terminaron de arruinar
un inmueble interesante situado en un lugar ideal para relajarse.
Y bueno, ahora sí, volvemos a la carretera y al Ayuntamiento
donde hemos iniciado esta ruta. A diferencia de lo que solemos traer aquí, ha sido un
paseíto nada montañero, pero sí sumamente agradable y un poquito cultural, que
eso también vale.
P.D: Que quede claro que no hemos pretendido hacer un
catálogo de los edificios de interés artístico o histórico del pueblo –que seguramente no serán todos los que están, ni desde luego están todos los que son-, sino un itinerario más
o menos inspirado en la ruta del ayuntamiento, añadiendo por nuestra cuenta
algún elemento más.
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