Yo creo que la mochila es la pesadilla del peregrino. Con el paso de los días se pueden soportar decentemente el atracón de kilómetros, el calor, el frío y el agua, las pendientes que hay que salvar, incluso –para mi,
lo más importante- se acaba interiorizando que nuestro cometido durante determinados días será casi en exclusiva andar y andar, sin otro objeto que alcanzar el siguiente hito. Pero hacer todo esto con una mochila que nos parecerá que pesa una tonelada, es ya algo heroico.
En infinidad de lugares veremos recomendaciones sobre el equipamiento que se debe o no llevar; pero tengamos en cuenta que hoy día circularemos por lugares por donde ya es costumbre que transiten peregrinos, con lo que cada no muchos kilómetros disponemos de cosas básicas que nos puedan faltar. En 1987 ni tan siquiera había albergues para pasar la noche, con lo que cabe imaginar que las mochilas de nuestros amigos iban bien cargadas de todo para recorrer caminos por los que nadie pasaba.
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El pie no es mío, off course |
Tras cuatro días de marcha y 124 kms. encima, incluidos varios puertos respetables, está claro que las amenazas se habrían manifestado con toda su crudeza. Entre otras cosas, las ampollas habrán hecho su aparición entre la segunda y tercera jornada, haciendo que parezca imposible dar un paso más. Sin embargo, esto tiene remedio: las ampollas se cosen, se quema la aguja con un mechero, se pincha la ampolla y se deja el hilo dentro, de lado a lado, haciendo de drenaje. Luego aparecerán más, y repetimos la operación. Esto lo aprendí yo precisamente de la gente de esta expedición y, aunque parezca una cura propia de una tribu amazónica no contactada, es mano de santo.
Para la quinta jornada tenemos preparados otros 30 kms. Salimos de Masa en dirección oeste, siguiendo la BU-601, una carretera secundaria seguramente con poco o ningún tráfico, para alivio de la compañía, que ponía de relieve la incomodidad (y peligro) de seguir vías más frecuentadas.
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Vista de La Nuez de Arriba |
Unos 9 kms. de caminos rectilíneos y monótonos nos acercan a la NUEZ DE ARRIBA (km. 130), tras atravesar una especie de paso entre dos colinas, siempre rondando la cota 1.000 metros. Hemos encontrado esta pequeña joya, donde se nos cuentan cosas deliciosas de este mundo rural , que parecen sacadas de un relato de Delibes. Otro tramo parecido nos lleva a superar un pequeño puerto junto al cual hoy se extiende un parque eólico, como otros tantos por estas tierras, algo que hace 25 años sonaría a
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A la sombrita |
crónicas marcianas. Enseguida estamos en un pueblo con el simpático nombre de COCULINA y vamos girando hacia el sur, a la vera del río Hormazuela.
Pronto abandonamos este cauce para tomar el del Brullés, que en poco tiempo nos conduce a la población del mismo nombre. Ahora siempre en suave descenso, más kilómetros de nuevas rectas nos conducen en dirección SW hacia la comarca de Villadiego, dejando primero por la izquierda VILLAUTE (km. 149) y más adelante
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Villaute |
ARENILLAS.
Aunque vayamos citando sucesivas poblaciones, observese que entre unas y otras hay distancias de 8, 10 kilómetros, incluso más, lo que implica muchas horas de tránsito por grandes extensiones despobladas. Si a ello añadimos que casi todas estas localidades cuentan con unas pocas decenas de vecinos, hay que pensar que al paso de nuestra expedición se encontrarán más peregrinos que habitantes.
El relator combina con maestría la vena poética con una corriente sutil pero bastante evidente de mala uva cuando describe cómo las tierras cambian de color, desde el verde de las Encartaciones ‘hasta el negruzco en el páramo sediento y tortuoso pleno de zarzas, carrascos, jaras y tomillos de la Nuez, Coculina, Arenillas…’ Aunque no conocemos la zona, no hace falta más, estamos viendo realmente por los ojos de los caminantes. Impecable.
Pero de Arenillas apenas nos queda 1 km. (o sea, un soplo) para alcanzar VILLADIEGO (km. 154), capital de la comarca, donde damos por concluida la jornada.
Teniendo en cuenta los enérgicos desniveles de las etapas anteriores, estos 30 kms. de llaneo quizá habrán resultado mucho más llevaderos, con permiso del sol y las temperaturas de julio. A estas alturas de la aventura, seguramente una jornada de este tipo sirve para ir encontrando el ritmo personal de marcha, algo
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Villadiego |
fundamental, y puede ser importante para asumir la carga psicológica de saber que tenemos que andar siempre, que nos queda mucho, muchísimo por recorrer, y que esto tiene algo de esfuerzo ilimitado, porque la meta está tan lejos que resulta prácticamente inexistente. Diríamos que la meta es continuar, más que llegar.
La ausencia de obstáculos relevantes, y la experiencia de los tramos interminables por las llanuras para enlazar pueblos diminutos sería también una buena preparación para lo que esperaba en los próximos (bastantes) días.
El cronista debió también verle el lado bueno, o es que la jornada terminó mejor de lo esperado, porque
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San Lorenzo |
reverdecieron las inquietudes culturales. Así, se recupera la cita de lugares de interés histórico, como la iglesia de San Lorenzo y el palacio de los Velasco.
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Palacio de los Velasco |
Estamos a menos de 40 kms. de Burgos, con lo que ya se intuye la proximidad del Camino francés. Pero, como vamos atajando por una especie de diagonal, todavía tardaremos un poco más en contactar con él.
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