Aunque estamos a 35 kms. de Santiago y, echando el resto, podríamos llegar en el día, nuestro amigos santurtziarras hacen lo que casi todo el mundo: una etapa hasta muy cerquita de la meta, para dejar para el último día un trayecto corto y llegar en condiciones, incluida posiblemente
Pero aunque parezca que esto ya es pan comido, hay que meterse otra
ración de kilómetros que no por cercana a la meta es más fácil que las anteriores.
Cerca de Burres |
En algún punto de este tramo se encuentra la lápida de un peregrino llamado Guillermo Watt, que dejó este mundo 'a una jornada de Santiago'. Nuestros chicos no lo vieron, porque ocurrió seis años después, en 1.993. No sabemos si al pobre hombre le importó mucho que le quedara una sola jornada para abrazar al santo, o le daba igual palmar una semana antes o después. Pero lo cierto es que no se puede evitar un estremecimiento viendo que los ciclos de la vida no se detienen, tampoco en el Camino.
Esta parte de la ruta tiene un punto desesperante, porque el Camino
serpentea a un lado y otro de la carretera, visitando pequeñas aldeas, templos y
cruceiros, granjas y corredoiras. A cualquiera se le ocurre que sería mucho más
rápido (y quizá cómodo) circular simplemente por el arcén, evitando las
innumerables curvas y desvíos. Y a buen seguro que alguno ha caído en la
tentación de atajar por el asfalto, que no?
Pero ojo con vendernos tan pronto a la civilización para ahorrarnos unos metros de más. Este blog de Indalecio define la situación a la perfección: ‘Conviene saborearlo con avaricia porque será
la última vez que el siseo de los pasos viole un espacio tan intimo y
misterioso; el Camino se acaba y lo que resta a partir de ahora nada tiene que
ver con la magia y la metáfora’
Santa Irene, albergue privado |
Bajando hacia Arca |
Instalaciones del aeropuerto |
Y, si no es suficiente, observese en el mapa cómo el peregrino se da de narices con la mismísima pista de aterrizaje:
En cosa de un par de kilómetros más accedemos a LAVACOLLA (km. 586), en cuya entrada ‘existe un crucero y un parque de gran
belleza’, dice nuestro fedatario. Y añade: ‘Aquí, como indica la tradición, nos lavamos a fondo para entrar en
Santiago como el coral’. Recordemos una vez más que estamos en 1.987, y eso de los albergues con ducha era cosa de ciencia-ficción. Así que el aseo, en el río, como los clásicos.
Poco más hay que añadir. De nuevo echamos mano
de Indalecio, que lo vuelve a clavar: ‘Tras la cena nos fuimos a
descansar, nerviosos porque a día siguiente llegaríamos emocionados a Santiago,
con un punto de tristeza porque se nos acaba el Camino’.
Santa Irene buen recuerdo, del albergue a Santiago.
ResponderEliminarLabacolla ni que comentar as descrito perfectamente la situación.
En ese punto uno se siente raro ya queda menos o porque te acostumbras al día a día.
De todas formas es rara la sensación al menos en mi caso que continúe hasta Fisterra.
1987, otro mundo, el camino se hacía por h...
Saludos
En estas últimas etapas la cosa cambia por completo, se pone 'rara' como tú dices. Se siente cercano el final de la aventura y todo se te agolpa en la cabeza. Y es que el Camino es muy difícil de describir, hay que hacerlo.
ResponderEliminarUn saludo.