En el límite occidental de Bizkaia, el
río Karrantza surca un profundo desfiladero en su camino hacia Cantabria. Al
norte de la garganta se eleva un conjunto kárstico que alberga en sus entrañas
joyas geológicas como la cueva de Pozalagua o la Torca del Carlista, una de las
simas más grandes del mundo, cuya boca asoma tímidamente en las proximidades de
la cima de Peña Ranero o Picón del Carlista, máxima elevación del macizo.
Desde el mismo acceso a Pozalagua
iniciamos una ruta de longitud muy limitada y desnivel modesto, pero que
progresa por la atormentada silueta de estas laderas cubiertas por las calizas,
una extensión que pronto se presenta desértica y caótica, sembrada de
hendiduras, lapiaces y tabiques tallados por el agua. Un paisaje sobrecogedor
cuya belleza compensa la relativa dificultad del itinerario.
DISTANCIA: 2 km .
DESNIVEL: 230 m . (490-721)
CENTENARIO
DIFICULTAD: Baja
5 (2-0-3) Dificultad de tránsito / Zonas de peligro / Rampas del 30%
ITINERARIO (ida y vuelta) Inicio y final: Parking cueva de Pozalagua (Karrantza)
VIAS: Sendero, karst
VIAS: Sendero, karst
ACCESOS: De Bilbao a
Karranza autopista dirección Santander hasta salida Ampuero-Limpias. Se sigue
N-629 en dirección Ramales y poco antes de llegar se toma a la izquierda la CA-150 en dirección Karranza.
Se sigue la carretera hasta encontrar el desvío a la izquierda hacia Pozalagua.
Se sube, pasando por Ranero, hasta el parking junto a la entrada a la cueva.
También autopista dirección Balmaseda hasta Sodupe. En Gueñes, BI-3602 hasta
Traslaviña y después BI-630 hasta Ambasaguas (Karranza), hasta el desvío
citado. Bizkaibus A-0652 Balmaseda-Lanestosa (parada Karranza Ambasaguas) FEVE
Bilbao-Santander parada Karranza (en estos dos casos, unos 3 kms. hasta
Pozalagua)
TRACK: Wikiloc
Más información:
Guía cartográfica de
Bizkaia mapa 20
En fechas recientes la cueva de Pozalagua ha cobrado
un importante protagonismo turístico. Y, aunque tengo que confesar que siempre
me han encantado las cuevas, ésta es realmente una maravilla. Se descubrió
accidentalmente en 1.957 y posee una impresionante muestra de estalactitas
excéntricas (o sea, que no caen en vertical), que es una rareza a la que aún no
se ha encontrado explicación definitiva. Pero bueno, como sobre el particular
hay muchísima información, lo dejamos aquí con unos enlaces a la web del
Ayuntamiento de Karrantza, ésta de la Asociación de Cuevas Turísticas, y este estupendo blog, donde también se comentan otras muchas cosas que ver en el valle de Karrantza.
Peñas de Ranero desde el parking |
En el mismo aparcamiento (bien grande, por cierto) que
se encuentra junto a la entrada de la cueva se inicia nuestro camino: por la
izquierda del edificio encontramos un poste de señales que indica hacia Ranero
siguiendo el GR 123 (Vuelta a Bizkaia), en ‘sólo’ 1,1 km . Hoy veremos cómo en
efecto las distancias por sí solas a veces dicen más bien poco. De inmediato, un
senderito empieza a trepar entre rocas y algo de hierba. Aquí no hay término
medio: podríamos decir que con el primer paso fuera del asfalto, casi hay que
empezar a utilizar las manos.
Por esta serpenteante sendita vamos ganando metros con
decisión, reconfortados por la muy oportuna y reiterada presencia de las marcas
rojiblancas, que nos van señalando el camino sin género de dudas. El trazado
podría seguirse con alguna lógica, rodeando el vallado de la cantera siempre
hacia el norte, pero la profusión de marcas nos lo facilita de forma decisiva.
VARIANTE: Hay una ruta alternativa, abandonando el
sendero por la izquierda para trazar una diagonal hasta el punto que indicamos
después, cerca del cresterío. Según nos cuentan, este itinerario resulta
bastante complicado, con fuerte pendiente, sin camino y por terreno tortuoso
donde es fácil perder el rumbo. Así que es posible que, de no conocer bien la
zona, no resulte muy recomendable intentarlo.
Auditorio junto a la cueva |
Pasamos una puerta, y vamos ya alcanzando la parte
superior de la cantera, gracias a la cual parece que fueron descubiertas las
cuevas; ahí se ha construido un anfiteatro-auditorio cuya actividad no parece que sea muy
intensa, dado el lugar en que se encuentra. Tras las bancadas de asientos se
levantan unos misteriosos y altísimos muros que parecen de mármol (no lo son),
muy vistosos pero con un aspecto algo inquietante. Abajo va quedando el
aparcamiento, y se abren grandes perspectivas sobre el valle de Karranza, con
los montes de Ordunte al fondo. La ascensión es relativamente exigente, pero
también resulta entretenida, porque además por la izquierda tenemos a la vista
nuestro objetivo desde el primer momento.
Nos vamos aproximando a una especie de alineamiento, y
uno de los sucesivos espinos que nos vamos encontrando, más robusto y mejor
dotado que los demás, nos oculta por completo el camino. Para continuar,
prácticamente no hay otra que atravesarlo, con lo que nos quizá nos deje un
recuerdito. Pero es una buena señal, porque justo después pasamos un vallado
abierto, y es ya la señal de que nos aproximamos, por una especie de pasillo
herboso, al portillo de Valseca.
En efecto, nos espera otra cruz de señales y de
inmediato llegamos a este portillo, un fantástico mirador que nos
pone enfrente de la mismísima marisma de Santoña y la ría de Treto, con el
Candiano separandolas del valle de Limpias y Ampuero. El Buciero se recorta al fondo, y las casas de Laredo y Colindres asoman por la derecha. Todo ello
enmarcado por los blancos roquedos calcáreos a ambos lados. Según las flechas,
el GR continúa de frente, mientras se indica hacia Ranero a 500 metros por la
izquierda.
Hemos recorrido más o menos la mitad de la distancia,
y lo hemos hecho siempre por sendero bien marcado. Ahora eso se acabó y hay que
tirar de intuición y bastante paciencia. Lo primero será tomar el rumbo bueno.
Para ello retrocedemos unos metros desde Valseca, hasta la antepenúltima marca
rojiblanca, y por la derecha (según bajamos) encontramos sobre una roca un aspa
rojiblanca (dirección incorrecta del GR), una marca blanca y amarilla de un PR (no
sabemos cuál) y unas letras medio borradas.
Paso por el lapiaz |
No obstante, las cosas se irán complicando
progresivamente. El objetivo es continuar en esta dirección, procurando ganar
altura para, en el momento que veamos más favorable, girar a la derecha para
situarnos entre las dos elevaciones que tenemos al lado, la más próxima de las
cuales es la nuestra. El karst es cada vez más escarpado: grandes rocas, a
veces con formas caprichosas o con perfiles cortantes, profundas acanaladuras,
pequeñas manchas de hierba que muchas veces esconden agujeros, piedras sueltas… Por
aquí se nos une el trazado que indicábamos en la variante, que alcanza nuestra
cota más o menos bajo la cima más lejana.
El paisaje es desolado, brutal, pero también cada vez
más bonito, destacando la poderosa silueta del pico San Vicente hacia el Oeste.
Vista al Oeste |
En algún punto próximo a donde nos encontramos –aunque
no sabría decir dónde- se encuentra la boca de acceso a la Torca del Carlista, la mayor sala de Europa y una de las mayores del mundo. Sobre ella nos informa este enlace, entre otros muchos que se encuentran en la red, y el video que viene aquí abajo. Resulta
chocante pensar que bajo el suelo que pisamos se encuentren cosas así de monstruosas, o la muy cercana cueva de Pozalagua, de la que hemos hablado
antes.
Como digo, hay que ir buscando el lugar más adecuado
para girar a la derecha, ganar el cordal y progresar desde allí hacia la cima.
De forma que lo que refleja el track es sólo una opción y no necesariamente la
mejor. Sobre la marcha debemos ir viendo por dónde seguiremos de forma más
segura,
accesible o adecuada a nuestra capacidad. En todo caso, para quienes no
estén acostumbrados a semejante tipo de terreno, hay que reiterar que ante todo hay que andarse con mucho cuidado, la ruta es corta y por tanto no debemos
ir con prisa. En las zonas más abruptas hay que asegurar cada paso, porque un
tropezón o un despiste puede dar con nuestro tobillo en una hendidura o la
mano apoyando donde nunca debió hacerlo.
Últimos metros |
En principio, lo más lógico parece seguir la arista,
que por cierto marca la divisoria entre Cantabria y Euskadi; pero en mi opinión
es más recomendable bajar un poco a la espalda de la cumbre (NW), hacia una
pequeña y redondeada dolina verdosa, para ir luego remontando metros, siempre
extremando las precauciones extremas, sobre todo donde la hierba está alta y tapa posibles oquedades.
Atravesamos una pequeña pedriza (al norte, donde el hielo
revienta las placas), y por fin alcanzamos la cumbre (PEÑA RANERO o Picón del
Carlista, 721 metros ),
coronada por un pirulo que parece ser el testigo de una Korrika, ligeramente
inclinado. Como indicábamos antes, las vistas son extraordinarias divisándose,
entre otros relieves importantes, la Peña del Mazo, al otro lado del
desfiladero citado, el soberbio Pico San Vicente y Valnera cerrando el
horizonte hacia el Oeste. Los montes de Ordunte se perfilan en su totalidad
hacia el sur, mientras por el norte contemplamos el mar y Armañón destaca hacia
el Este. Toda una maravilla que se completa con la hipnótica devastación que nos rodea, mientras el parking del que hemos partido parece
encontrarse justo debajo de nuestros pies, a 250 metros en vertical.
Para el camino de vuelta podemos naturalmente regresar por donde hemos subido, pero en el track hemos introducido algún pequeño cambio. La cosa consiste en continuar un trecho por el cordal para descender la ladera oriental por una pequeña chimenea que obliga a un destrepe que no es difícil pero sí exige andarse con tiento. Servidor lo hizo, así que puede el lector suponerse que resulta bastante asequible.
De esta forma, recuperamos el confuso senderito entre
rocas para volver a las cercanías del Portillo de Valseca y, a partir de ahí,
seguir sin problema las marcas. También hemos dejado otra posible variante, ya
en la parte baja, aproximándonos al vallado de la cantera, pero la verdad es
que tampoco aporta nada a la ruta, así que podemos obviarla.
La excursión está calificada como ‘difícil’ en el
libro 'Parajes secretos del País Vasco' que comentamos hace poco, lo
cual, teniendo en cuenta el nivel de sus itinerarios, quizá resulta algo
exagerado. Como se ve, es un recorrido muy corto, pero ciertamente también muy
accidentado, que requiere bastante paciencia y sobre todo andarse con mucho
pero que mucho cuidado, porque atravesar terrenos tan tortuosos nos puede
costar un incidente desagradable.
Si lo hacemos así, conocer este tipo de lugares es una
experiencia que sin duda recompensa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario