Si circula usted por la A8 entre Santander y Bilbao,
un poco después de dejar atrás Castro podrá contemplar, además de la Peña
Santullán, destripada por la inmensa cantera, y los pequeños picos calizos que
la escoltan, un monte pelado y de perfil chato que la autopista irá bordeando y
dejando a la derecha, según vamos ascendiendo hacia Saltacaballo. Es el macizo
de Campo Ezquerra, que luce un colosal hundimiento que interrumpe la línea del
cresterío y la hace inconfundible.
Estamos en el centro de una amplia extensión de
antiguas explotaciones mineras que suministraban material después transportado
por mar a través de planos inclinados, vías de vagonetas y cargaderos que
salpicaban la costa desde Castro hasta Muskiz. Las profundas cicatrices de aquellas
explotaciones, los restos de viejas instalaciones y la sensación de pasear por campos
solitarios evocan la actividad de tiempos pasados que dejaron aquí su huella.
DISTANCIA: 6,7 km.
DESNIVEL: 345 m. (40-388)
DIFICULTAD: Muy Baja 4 (2-1-1) Dificultad de tránsito
ITINERARIO (ida y vuelta) Inicio
y Final: Mioño (Cantabria)
VIAS: Carretera, pista de tierra y senderos
ACCESOS: Desde Bilbao en coche, autopista
dirección Santander salida 145 (Mioño). En cosa de 1 km. se llega por la N-634
a esta población, atravesada por la propia carretera. La línea B de autobuses a
Castro (Termibus) tiene parada en Mioño.
Más información:
IGN MTN50-036 Castro
Urdiales
La subida a esta modesta cima –en realidad llamada Pico de
Haro- se puede iniciar desde un recodo de la N-634, poco antes de llegar a
Mioño,
o bien desde el mismo núcleo urbano de esta pequeña población, muy frecuentada
en verano. Si hacemos la ruta fuera de temporada no hay problema para dejar el
vehículo en alguno de los aparcamientos del pueblo, donde casi sin
proponérnoslo iremos a dar a la vieja carretera general.
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Ni caso al cartelito |
Por ella emprendemos la marcha en dirección a Bilbao, hasta
dar con una rampa que asciende por la derecha, que será por donde empecemos a
subir. Tras un par de giros, dejamos por la derecha una pequeña urbanización y
rodeamos después otro recinto privado tras el cual desaparece el asfalto y
tomamos una pista de tierra. De inmediato confluimos con el sendero que viene
desde la propia carretera y continuamos entre varias txabolas. En lo alto, a la
izquierda, se adivina ya nuestro objetivo, con un afilado pico por la derecha.
Tras pasar junto a unas señales arrancadas, con vista de
frente a Santullán, el camino conduce a un paso subterráneo bajo la autopista,
con señal de prohibido el paso y cerrado con vallas al otro lado, donde se
inicia una pista paralela a la carretera. Vamos, el típico lugar junto a una
autopista que es cualquier cosa menos apetecible: sucio, abandonado y candidato
al perro vagabundo.
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Viejas instalaciones |
Nada más dar la espalda a la autopista ya vemos algunas
cosas significativas: un pequeño hundimiento, que será anuncio de lo mucho que
veremos luego, y varias instalaciones mineras derruidas, que siempre aportan un
aire misterioso. Aparte de Santullán y el valle de Sámano, vemos hacia el Oeste
el pequeño Cueto con sus antenas, y el Cerredo despuntando al fondo. Cruzamos
una pista más ancha que va a dar a una explanada con los restos de un viejo
túnel, y seguimos de frente en muy ligera subida, por camino pedregoso, no muy
agradable, y el esperado entorno árido, inhóspito.
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Mioño abajo, Cerredo al fondo |
El paisaje va siendo siempre el mismo. Llegamos a un cruce,
donde giramos bruscamente a la izquierda, tomando como referencia otro edificio
abandonado con graffitis junto al que hay que pasar. Aquí el camino es
ligeramente más montañero y menos minero y, pasando algún buen encharcamiento,
se ve claro que nos dirigimos a una torre eléctrica que viene a estar sobre la
misma arista que conduce a la cima. Poco más arriba encontramos una BIFURCACIÓN
a partir de la cual el camino describe dos lazos, uno más largo que el otro,
para hacer un recorrido similar. Tomamos el de la derecha, que sube suavemente,
y ya tenemos una estupenda vista de Castro. Vemos también con claridad la
multitud de urbanizaciones que se extienden por el valle, algunas de aspecto
monótono y horrible, al menos desde aquí arriba. Tras una curva, el camino ya
es netamente verde y se dirige sin dudas hacia la cumbre.
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Por la arista |
Llegamos junto a un vallado con una puerta de madera, ya
mirando a la vertiente Este, y aquí el camino desaparece o, mejor dicho, gira a
la izquierda para seguir el lazo largo que decía antes. En dirección a la cima
ya sólo hay una trocha, un caminito de cabras que aparece y desaparece,
serpenteando entre argomas. No nos fiemos de lo que parece un camino de hierba
que discurre unos metros hacia la derecha (a cota algo más baja): hay que
continuar prácticamente por la misma arista, lo que obliga a tener cuidado.
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Grietas |
Por la izquierda tenemos un potente terraplén, que cae hacia
unos prados cerca ya de Saltacaballo. No hablamos de patio, pero sí que
podríamos rodar unos cuantos metros ladera abajo entre pinchos y zarzas. Y las
grietas. Ya hemos visto desde abajo el espectacular hundimiento cercano a la
cima, y hemos visto hondonadas aquí y allá, algunas producto de la actividad
minera, otras que parecen naturales. Este monte, por su configuración o sus
materiales, está completamente fracturado, resquebrajado, el agua se cuela por
las hendiduras y las hace más profundas, hasta que terminan abriéndose del todo
o estallando. El caso es que desde que hemos abandonado el camino hasta la cima
irán apareciendo, de forma creciente, esas grietas, a veces no muy visibles,
con las que habrá que tener mucho cuidado. Algunas están rellenas de zarzas así
que no conviene andar despistado: vista al suelo y mucho ojo. Y sobre todo,
nada de meterse por aquí con niebla o mala visibilidad.
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Cima y mojón al otro lado del tajo |
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Hacia el este: Mello, Serantes, Ganeko... |
Con todo, el senderillo es entretenido y con fantásticas
vistas, hasta culminar la ascensión (PICO DE
HARO, 386 m.) en el lugar señalado con una cruz de madera. Justo delante nos encontramos con el hundimiento tan visible desde los alrededores, un corte seco de unos diez metros de profundidad que corresponde a la antigua mina de Las Calizas, actualmente una superficie rectangular desplomada tal cual. Al otro lado se encuentra el vértice geodésico, unos metros por debajo de nuestra cima, al que resulta algo laborioso llegar por la fracturación del suelo.
Pese a la limitada altitud, como decía las vistas son fantásticas,
especialmente hacia Bizkaia: por el litoral, tras los tres hermosos montes de
Zierbena (Montaño, Serantes y Lucero), la costa es visible hasta cabo Billano;
hacia el interior, Mello, Ganekogorta, los montes de Galdames y de Durango, y
Oiz, incluido parte del casco urbano de Bilbao; por el sur, Alen y los montes
de Saldamando, hasta el cercano Santullán, con su bonita escolta del Pico de la
Cruz.
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Saltacaballo y costa de Bizkaia |
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Castro (con zoom) |
Con las mismas precauciones volvemos a bajar hasta el
vallado y, como la cosa resulta muy cortita, podemos explorar el lazo más largo
que decíamos antes. No hay más que seguir recto, pegados al vallado, por un
camino verde que sigue en dirección al mar, dejado de lado algún otro
hundimiento y el profundo corte de una de las canteras. El sendero termina en
la torre eléctrica, y de frente vemos unas pequeñas antenas hacia las que no se
ve camino claro. Sin embargo, un poco a la derecha de la arista (Este)
reaparece una trocha muy similar a la de la cima, quizá algo más escarpada, que
sigue con algo de barro y zarzas, aunque muy transitable. Vamos siempre en
ligero descenso hasta llegar a las antenas, de nuevo con fantásticas vistas,
justo encima de Saltacaballo, hacia donde sería posible seguir de no ser por la
autopista. Al Oeste, lo primero que se ve es la playa de Dícido, que parece que
se traga entera la marea alta.
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Camino hacia la antena |
Para volver al camino lo más sencillo es tomar la pista de
servicio de las antenas, que será la que dejamos a la izquierda en la
BIFURCACIÓN, confluyendo allí con el camino de subida, por donde se vuelve sin
más al punto de partida,
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Playa de Dícido y península de Cotolino |
Mioño es una población peculiar y con algo de entrañable
–aparte de
tener allí al amigo Javi. Aparte de un par de buenos restaurantes,
los alrededores de la playa de Dícido tienen, fuera de los meses de verano, un
atractivo aire decadente, con un par de casas antiguas y un solitario paseo que
bordea el monte para avanzar hacia un cargadero de mineral, que parece ser el
último superviviente de la vieja época de esplendor minero. Todo ello, un
perfecto ejemplo de eso que hemos llamado
après-marche, ese rato que dedicamos
a conocer pueblos, gentes y paisajes.
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